De fondo las palabras de las aves que hablan mientras el
ruido estridente de los autos acompaña mi decisión de tomarme unas mañanas para
extrañarte.
Te comparto mi dosis matutina, así lo decidí, una dosis diaria de tristeza al
despertarme, pero sin llanto ni lamento, sólo recordando las fallas, lo que ya
no viene más.
Ni yo lo entiendo, no me lo vayas a preguntar, pero se me acabó la confianza de
ir a donde estás, de hacer una llamada buscando pretextos momentáneos para
encontrarte. Mi duda también es un síntoma, y ahora se vuelve rechazo.
Sé que estás bien, no te lo voy a preguntar de nuevo, sólo lo sé. Porque si no
lo fuera así aquí estarías, de vez en cuando, pero seguirías presente, porque
entendí que tu intranquilidad me pertenece, tu soledad, también tu tristeza.
Pero yo tengo poco de eso y no me hace falta.
Lo hermoso no dura para siempre, lo contrario tampoco, entonces espero sólo el
tiempo en que seas parte de un recuerdo y no una melancolía. Ya vendrá el
destino, la casualidad en que te vea por la calle y pueda mirarte a los ojos
sin ver el brillo que siempre me ha hecho caer al mismo vicio de sentirme bien
en esa tarde, en esa hora.
Te veo en la mañana, para extrañarte poco y seguir mi día…
José Luis Gómez B.
Abril, 2012